lunes, 30 de agosto de 2010

Campo.

por Giorgio Agamben

(…) Qué es lo que han vivido, en realidad, los habitantes de los campos?¿Un acontecimiento histórico-político (como-pongamos por caso-un soldado que participó en la batalla de Waterloo) o una experiencia estrictamente privada? Ni una cosa ni la otra. Quién era judío en Auschwitz o una mujer bosnia en Omarska, había entrado en el campo no por elección política, sino por lo que tenía de más privado e incomunicable: su sangre, su cuerpo biológico. Y, no obstante, son estos los que ahora actúan precisamente como criterios políticos decisivos. El campo es verdaderamente, en este sentido, el lugar inaugural de la modernidad: el primer espacio en que acontecimientos públicos y privados, vida política y vida biológica se hacen rigurosamente indistinguibles. En cuando ha sido separado absolutamente de la comunidad política y reducido a nuda vida (y, por lo demás, a una vida “que no merece ser vivida”), el habitante del campo es, en rigor, una persona absolutamente privada. Y, sin embargo, no hay ni un solo instante en que le sea posible encontrar refugio en lo privado; esta indiscernibilidad constituye la angustia específica del campo.

Kafka ha sido el primero que ha descrito con precisión este género particular de lugares, que desde entonces se nos ha hecho perfectamente familiar. Lo que hace tan inquietante y, a la vez cómica, la peripecia de Joseph K. es que un acontecimiento público por excelencia –un proceso- se presenta, por el contrario, como un hecho absolutamente privado en el que la sala del tribunal limita con el dormitorio. Es precisamente esto lo que otorga al Proceso su condición de libro profético”.

En este exilio. Diario italiano 1992-94.

lunes, 23 de agosto de 2010

Lectores

En Blanco nocturno, la última novela de Ricardo Piglia, que comparte cierta zona literaria (¿nuestro gótico sureño?)con Miguel Briante y el Rodolfo Walsh de Cartas  se lee: “Había un pabellón del otro lado del jardín, con dos grandes ventanales iluminados en los que se veía una mujer con el pelo blanco atado, leyendo y fumando en un sillón de cuero. Parecía estar en otro mundo. De pronto se quitó los anteojos, levantó la mano derecha y buscó atrás, a tientas, en un estante de la biblioteca que no se alcanzaba a ver, un libro azul, y luego de ponerse la página contra la cara, volvió a calzarse las gafas redondas, se arrellanó en el alto sillón y siguió leyendo”.

Al terminar de leer recordé, por alguna razón, Continuidad de los parques, el gran relato de Cortázar sobre la lectura.
Entonces, aquí va.

Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de los que lo rodeaba y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta las caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.

sábado, 21 de agosto de 2010

Conceptores

(...) Por último se llegó al colmo de la vergüenza cuando la informática, la mercadotecnia, el diseño, la publicidad, todas las disciplinas de la comunicación se apoderaron de la propia palabra concepto, y dijeron: es asunto nuestro, somos nosotros los creativos, nosotros somos los conceptores!(...) El movimiento general que ha sustituido a la Crítica por la promoción comercial no ha dejado de afectar a la filosofía. El simulacro, la simulación de un paquete de tallarines, se ha convertido en el concepto verdadero, y el presentador-expositor del producto, mercancía u obra de arte, se ha convertido en el filósofo, en el personaje conceptual o en el artista."

¿Qué es la filosofía?, Deleuze-Guattari

lunes, 16 de agosto de 2010

Bacteria

El diario Perfil publicó la noticia. Una investigación de la Universidad de Cardiff detectó una bacteria de origen asiático-hospitalario -difundida por el turismo médico-que  posee un gen denominado NDM-1 que la hace inmune a la penicilina -y a otros antibióticos-, ya que produce una enzima que la neutraliza. Por la bacteria un hombre murió en Bélgica, y ya hay 37 infectados en Gran Bretaña y 143 en India y Pakistán. Algunos expertos  ya se preguntan si acaso la exitosa era de los antibióticos ya llegó a su fin.
Las autoridades de la India, por su parte, desacreditaron la investigación. Podría ser -dijeron -un "plan siniestro" de las compañias multinacionales farmaceúticas para perjudicar a la región justo cuando India emerge como destino para el "turismo médico". Leasé: cirugías estéticas y trasplante de órganos.
El norteamericano Alexander Kallen, especialista en resistencia de los antibióticos,  explicó que "está es sola una de un número alto de serias amenazas con las que estamos lidiando". Y refirió un caso similar, hace diez años, que hizo estragos en varios hospitales neoyorquinos pero jamás se extendió al resto del mundo.
Lo cierto, es que asistimos a una nueva etapa de control y disciplinamiento de la población profetizada por William Burroughs en su obra. Para el escritor norteamericano el poder se desplazó del estado policíaco a la medicina, la biología, la psiquiatría y la ingeniería genética.

jueves, 12 de agosto de 2010

La verdad sobre Sancho Panza

Franz Kafka


Sancho Panza-que por lo demás, nunca se jactó de ello- en el transcurso de los años logró, componiendo una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar de tal manera de sí a su demonio (al que después dio el nombre de Don Quijote) que entonces éste, incontenible, llevó a cabo las más grandes locuras, las cuales, empero, por falta de un objeto predeterminado, que debía precisamente ser Sancho Panza, no perjudicaron a nadie.
Sancho Panza, un hombre libre, quizá por un sentido de cierta responsabilidad siguió a ese Don Quijote en sus andanzas, de lo cual obtuvo un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Apuntes sobre El largo adiós.

Cuando Chandler publica El largo adiós el policial negro esta agotado (el título se puede leer en ese sentido). A esto se debe, quizá, el tono de desesperación de la novela. “Yo soy el que sobra”, dice, en algún momento, Marlowe y la sentencia cubre todo el género.
Esta inactualidad, en el sentido que da al término Agamben, funda la modernidad de la novela; la conciencia trágica de su protagonista, es su efecto.


Marlowe mantiene un diálogo con Roger Wade, escritor de bestsellers y cita a Flaubert. Más adelante, en el mismo encuentro, Wade desdeña lo que él mismo produce. “Escribí doce bestsellers, que serán trece si liquido esa pila de basura que ve sobre el escritorio Ninguno de ellos vale más que un rollo de papel higiénico”.
Chandler restituye la tensión entre la alta literatura y la literatura industrial, de la que el policial es un hijo dilecto.

Sabemos que el policial negro puso de manifiesto (sin caer en el alegato rancio) la relación ley-política- negocios -delito. Chandler, en una vuelta de tuerca feliz , expone el desprecio que le provoca el estado del capitalismo y la democracia en su país. “No existe una manera honesta de ganar cien millones-dijo Ohls-. El jefe cree que tiene las manos limpias, pero el camino queda sembrado de tipos arrinconados contra la pared, pequeñas empresas a las que fundieron y compraron por centavos, gente honrada que quedo en la calle, acciones manipuleadas fraudulentamente, intermediarios corrompidos, y coimeros y abogados que recibieron cientos de miles por derrotar una ley que el pueblo quería pero los oligarcas no porque reducía sus ganancias. Mucho dinero significa mucho poder y mucho poder corrompe. Así es el sistema. Tal sea mejor a pesar de sus defectos, pero a mí no me gusta”.
Y antes, Harlan Potter en un diálogo con Marlowe. “Vivimos en un sistema llamado democracia, gobierno de la mayoría del pueblo. Sería un bello ideal si funcionara. El pueblo elige, pero los candidatos los nombran los aparatos partidarios y éstos requieren mucho dinero para funcionar con eficiencia. Alguien tiene que darles ese dinero, y ese alguien, un individuo, un grupo financiero, un sindicato o lo que usted quiera, exige algo a cambio de su inversión”.
En el ocaso del género, Chandler posa su mirada amarga y feroz sobre el estado de la sociedad capitalista.

GZ

jueves, 5 de agosto de 2010

Crecer, envejecer, finalizar.

"-... si, crecimos... ¡vaya si crecimos! Aunque en determinado momento de nuestra vida, no me preguntes cuando, no me detuve a pensar en las señales que delatan este fenómeno, dejamos de crecer y empezamos a envejecer. Dirás que es lo mismo, pero no. Algo, porque en general es eso, "algo", nos delata que estamos devuelta, que empezó la cuenta regresiva. Una cuenta regresiva que termina en el cero, como toda cuenta regresiva, pero que...-
Seguía hablando, pero ya no lo escuché. Como era su costumbre, alternaba comentarios inteligentes con lugares comunes... y yo estaba un poco cansado. A diferencia de otras veces, su discurso no movió mi compasión. Al final de cuentas, no podía (¿no quería?) demorar más lo que había ido a hacer. Tenía que darle un cierre definitivo al asunto.
Y lo hice."

"La noche anterior a un día en la vida". Juan Pablo Harkey.