La sinagoga de los
iconoclastas pertenece a la familia institucionalizada de
los libros inclasificables. Sus personajes -inventores, pastores,
utopistas, sabios y teóricos- son seres
cuya demostración fáctica de sus saberes en ocasiones limitan con la locura y el
crimen mesiánico. Las empresas encaradas
por estos hombres son demenciales e impracticables, cuando no innecesarias. En
ocasiones niegan la progresión histórica y aborrecen el avance tecnológico y el
progreso social. Declaman verdades esotéricas y proponen una vuelta del hombre
a su estado primitivo. Las teorías expuestas, están dictadas por la intuición,
el capricho, la vanidad y el dogma religioso. Son teorías cuyo espíritu
abarcador y monstruoso pueden explicar tanto los cambios en la moda femenina
como años de evolución biológica. La estrategia narrativa de Wilcock deriva en
informes sumarios de falsa e hilarante erudición. Su humor negro, su inteligencia
y su imaginación desbordada nos recuerdan qué parte de la mejor literatura
está hecha de puro artificio.
La sinagoga de los
iconoclastas puede leerse como una continuación natural de Las vidas imaginarias de Marcel Schwob y
las biografías concentradas y apócrifas de Historia
universal de la infamia de Borges. Su galería de parias y excéntricos y su
formato enciclopédico invitan a la genealogía.
Apartado a La sinagoga de
los iconoclastas
Rodrigo Fresán dice que La flecha del tiempo de Martin Amis, donde se cuenta la vida
de un hombre de forma inversa al paso del tiempo, es un robo a El mundo cotrareloj de Philip K. Dick.
El propio Amis alienta esa
sospecha al no mencionar al autor de Valis en el postfacio de su libro. Ahí
se mencionan lecturas y escritores que sirvieron de inspiración para la
escritura de la novela.
Sin embargo existe otra
posibilidad, incomprobable claro está, pero más interesante: que Amis haya leído a Wilcock. La última entrada de La sinagoga de los iconoclastas está
dedicada al ciudadano francés Felicien Raegge, que “tuvo la intuición de la naturaleza invertible del tiempo” y cuya
teoría fue expuesta en su libro publicado en 1934 y titulado, si, La fléche du temps.
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