Con el paso de los años voy desarrollado
un interés por libros que abordan temas de los cuales todo lo ignoro. En
principio, el efecto suele ser descorazonador: como si hiciera falta la
evidencia de la prueba documentada, descubro que mi ignorancia es infinita. Leviatán o la ballena es uno de esos
libros.
Philip Hoare, ha escrito un trabajo
apasionante sobre estos gigante del mar que desde los textos bíblicos, pasando
por Moby Dick, Liberen a Willy y el avistaje controlado -esa forma moderna de
turismo invasivo-, ha fascinado a los hombres y traccionado de forma tal la
economía global, que aún hoy, a pesar de las medidas y las leyes
conservacionistas que se han promulgado, se las sigue persiguiendo y cazando,
para que, entre otras cosas, la humanidad (término que la lectura de este libro
pone en cuestión) siga disfrutando de las sofisticadas fragancias creadas por las
firmas de perfumes más exclusivas del mundo. Para Hoare, la historia de la
ballena no es solo la del misterio de su evolución a través de los siglos, es
también la historia del avance casi a ciegas de los estudios oceanográficos, de
las distintas formas de representación que su enorme tamaño ha significado, de
la historia de la literatura y de cómo esta última la transformó en una
poderosa forma alegórica del mal absoluto. Y, es sobre todo, la historia del desarrollo
paralelo que tuvieron el capitalismo y la industria ballenera entre los siglos
XVI y XIX, ambos estimulados por la revolución industrial y un mercado que demandaba y consumía productos derivados de la ballena . Si bien las
intenciones de Hoare exceden el enfoque económico, -de hecho su material
desbordó en un libro posterior llamado El mar interior- se diría que de forma inevitable
tropezó con él. Para quien esto escribe,
el centro mismo de esta ¨historia cultural de la ballena” descansa ahí mismo, sobre
la tensión irreconciliable entre el avance tecnológico e industrial y un
planeta que en términos de diversidad biológica y de recursos naturales,
presenta una realidad catastrófica. En ese sentido el libro aporta datos contundentes
y escalofriantes.
Solo dos ejemplos : “La flora y la fauna de la Tierra desaparecen a un ritmo de cien especies diarias”.
“no fue hasta mediados del siglo XVIII cuando el país entero se volcó en la tarea ballenera. Una vez empezó, no obstante, Gran Bretaña alcanzó cotas de excelencia, aplicando la misma eficiencia que en su momento había mostrado en el tráfico de esclavos (…) sobre ambos pilares se asentaron las bases del imperio: el tráfico de esclavos para el cultivo de azúcar y la caza de la ballena para la fabricación de aceite”.
Leviatán o la ballena, nace de una obsesión que para su autor comenzó con la visión de una maqueta a escala real de una ballena azul en el Museo de Historia Natural de Londres y que creció con la lectura de Moby Dick, la otra obsesión persecutoria que anida en el texto. Quienes quieran conocer algo sobre la biografía de Melville, el libro traza una pequeña panorámica de su vida. Hoare, que de estructura la narración en base a algunos capítulos de Moby Dick, pasa por los momentos importantes en la formación del escritor, desde el trabajo en conjunto con su madre, luego de la muerte de su padre para mantener la casa y ayudar en la crianza de sus siete hermanos, pasando por frustrantes trabajos burocráticos de modales inequivocadamente bartlebyanos, hasta llegar a dos momentos de carácter fundacional para su formación literaria: el enrolamiento en el Acushnet -un barco ballenero que media treinta y un metro y setenta centímetros de eslora, apenas algo más que el largo de una ballena azul, dato que por sí solo describe el peligro que significaba en el siglo XIX la actividad de la caza de ballena y del que Melville desertó en 1842 , en las islas Marquesas donde convivió con caníbales y de cuya experiencia se nutre su exitoso libro, Typee-, y su encuentro y posterior amistad con Nathaniel Hawthorne, figura literaria ya consagrada que de alguna manera funcionó como reflejo invertido del autor de Benito Cereno y que tuvo gran influencia sobre este en los años que trabajó en la escritura de su inmortal novela. Contrariamente al Melville aventurero de entonces, Howthorne, de carácter introspectivo, pasaba largos períodos de encierro y soledad, de ahí que pueda pensarse el aislamiento como núcleo generador de su literatura. Hoy es fácil e inevitable pensar la postergación Kafkiana sin los antecedentes de Wakefield y Bartleby el escribiente.
Hoare a través de una escritura cuyos
procedimientos le deben tanto a la narrativa de Sebald, como a libros
“livianos” de divulgación científica, va desgranando y soltando –entre otras
cosas que el libro generosamente nos ofrece- experiencias personales, datos
duros, registros cartográficos y migratorios, anécdotas y curiosidades que
hacen de Levitán o la ballena un viaje
placenteramente inesperado y profundamente enriquecedor a lomo de la criatura animal
más grande y fascinante de la creación.
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