-Leí en un artículo que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el ochenta por ciento de los cafés habían desaparecido de Francia-comentó Franz,lanzando una ojeada circular sobre el local. No lejos de ellos, cuatro jubilados empujaban silenciosamente unas cartas sobre una mesa de fórmica , según reglas incomprensibles que parecían pertenecer a la prehistoria de los juegos de cartas (¿la bisca,?¿El juego de los cientos?). Más allá una mujer gorda con cuperosis bebió su pastís de un trago-. La gente ha empezado ha comer en media hora, y también a beber cada vez menos alcohol; y luego el golpe de gracia ha sido la prohibición de fumar.
- Creo que todo eso va a volver, de formas distintas. Ha habido una larga fase histórica de aumento de la productividad que se está terminando, al menos en occidente.
- La verdad, tiene usted una manera extraña de ver las cosas...dijo Franz después de haberlo reflexionado largo tiempo-. Me había interesado su obra sobre los mapas Michelin, me había interesado vivamente; sin embargo, no le habría admitido en mi galeria. Yo diría que estaba demasiado seguro de usted mismo; no me parecía totalmente normal para alguien tan joven. Y luego, cuando leí en Internet que había decidico dejar la serie de mapas me decidí a venir a verle. Para proponerle que sea uno de los artistas que represento.
- Pero si no tengo ni idea de los que voy a hacer...No sé siquiera si voy a continuar en el arte.
-No lo comprende- dijo Franz, pacientemente-. No es una forma de arte particular, una manera que me interese, es una personalidad, una mirada posada sobre el gesto artístico, sobre su situación en la socidad. Si usted viniera mañana con una simple hoja de papel, arrancada de un cuaderno de espirales, en la que hubiese escrito: "No sé siquiera si voy a continuar en el arte", yo expondría esa hoja sin dudar. Y sin embargo no soy un intelectual, pero usted me interesa.
El mapa y el territorio
Michel Houllebecq
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