viernes, 30 de marzo de 2012

Masa

Elías Canetti

Pues nada sabían de aquella fuerza motriz de la historia, mucho más profunda y auténtica: el impulso humano a fundirse en una especie animal superior, la masa, y a perderse tan irremisiblimente en ella como si nunca hubiera existido un hombre aislado. Porque además eran educados, y la educación es un arma defensiva del individuo contra la masa que lleva adentro.
No menos que la lucha por el hambre o por el amor, practicamos la llamada lucha por la vida con el fin de aniquilar nuestra masa interior. Pero  ésta se robustece tanto bajo ciertas circunstancias que obliga al individuo a actuar en forma desinteresada y hasta en contra de sus propios intereses. La "humanidad" existía como masa mucho antes de haber sido formulada y diluida en conceptos. Como un animal monstruoso, salvaje, ardiente y exuberante, la masa hierve y se agita en lo más hondo de nuestro ser, a mayor profundidad que nuestras mismas Madres. Es, pese a su edad, el más joven de nuestros animales, la criatura esencial de la Tierra, su meta y su futuro. Pero nada sabemos de ella y vivimos, supuestamente, como individuos. No obstante, la masa se abate a veces sobre nosotros como una espumante resaca, como un océano furioso en el que cada gota permanece viva y aspira a lo mismo. Al poco rato se dispersa, devolviéndonos a nuestro estado habitual de pobres diablos solitarios. Y entonces, nos resulta inconcebible recordar alguna vez que llegamos a ser tantos, tan grandes y tan "Uno". "Enfermedad", dirá un comentarista inteligente; "la bestia en el hombre", atenuará un humilde cordero, sin sospechar cuán próximo a la verdad se halla su error. Entretanto, la masa prepara un nuevo ataque desde adentro. Hasta que un día ya no vuelva a dispersarse, quizá en un sólo país al comienzo, y de allí empiece a propagarse a todos lados hasta que nadie ponga en duda su existencia, porque ya no habrá más Yo, ni Tu, ni EL, sino sólo ella: la masa.

en Auto de Fe

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