La ciencia ficción es para algunos un género menor, el hijo bastardo del fantástico, un puro entretenimiento: juegos más o menos inteligentes e intrincados de la imaginación. Además, dicen, sus libros suelen estar mal escritos. Por supuesto estas afirmaciones desde Frankenstein hasta la fecha se dan de frente y a la carrera contra la realidad. Hacedor de Estrellas, Más que humano y Crónicas marcianas son algunos ejemplos esclarecedores sobre este malentendido literario. Y nombres tan importantes como los de J.G. Ballard, Brian W. Aldiss y el gran Philip K. Dick enaltecen el género.
Claro también hay otros nombres y otros libros no tan célebres, pero de igual significación. Esto nos lleva al escritor ya desaparecido Richard McKenna.
Muerto a los 51 años cuando había alcanzado alguna notoriedad, cultivo el género de la ciencia ficción no sólo como categoría sino como una forma de concebir el universo. Sin embargo, y a pesar de dicha concepción, desde siempre intento abordar corrientes más realistas. Consideraba que el público de la ciencia ficción era limitado y quería llegar a la mayor cantidad de lectores posibles. Ganó el premio Harper con su novela Los granos de arena y algunos de sus mejores cuentos fueron publicados después de su muerte.
Libro de cuentos fronterizos entra la ciencia ficción y el género fantástico, Los agonistas de Casey es una verdadera proeza literaria. Sus cinco relatos son excelentes, dos de ellos –Los agonistas de Casey y El dorado- sencillamente magistrales.
El primero presta su nombre al libro y cuenta, entre otras cosas, sobre los rigores de la vida militar, las alucinaciones colectivas y la absoluta soledad en los umbrales de la muerte. Su comienzo es ejemplar “Nadie puede morir como quiere. Hay que atenerse al reglamento. Por eso estoy aquí, en esta sala para tuberculosos, con otros nueve reclutas. Instrucciones básicas para morir”.
Regresa cazador, es quizá, el que más se ajusta a las formas y conceptos narrativos de la ciencia ficción. El uso de materiales clásicos: naves espaciales, máquinas, planetas y galaxias. Transmutaciones, formas de inteligencia vegetal, ciencias manipuladoras y el futuro como escenario donde ocurren todas y cada una de las cosas.
En Un lugar secreto los mundos paralelos se confunden con los sueños y contiene además matices autobiográficos.
Mi propio camino, es un cuento de formas rituales que roza la antropología cultural.
Por último, El dorado, que de alguna manera liga con Los agonistas de Casey en cuanto repite aquello de las percepciones colectivas. Después, otra vez, los mundos paralelos y las entradas y los agujeros en el tiempo. Finalmente, la aterradora idea de estar gobernados por un Dios imperfecto y arbitrario.
Casi nada.
Gracias, acabo de conseguir este libro, y me fue de utilidad tu estímulo para comenzar su lectura...
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