miércoles, 11 de agosto de 2010

Apuntes sobre El largo adiós.

Cuando Chandler publica El largo adiós el policial negro esta agotado (el título se puede leer en ese sentido). A esto se debe, quizá, el tono de desesperación de la novela. “Yo soy el que sobra”, dice, en algún momento, Marlowe y la sentencia cubre todo el género.
Esta inactualidad, en el sentido que da al término Agamben, funda la modernidad de la novela; la conciencia trágica de su protagonista, es su efecto.


Marlowe mantiene un diálogo con Roger Wade, escritor de bestsellers y cita a Flaubert. Más adelante, en el mismo encuentro, Wade desdeña lo que él mismo produce. “Escribí doce bestsellers, que serán trece si liquido esa pila de basura que ve sobre el escritorio Ninguno de ellos vale más que un rollo de papel higiénico”.
Chandler restituye la tensión entre la alta literatura y la literatura industrial, de la que el policial es un hijo dilecto.

Sabemos que el policial negro puso de manifiesto (sin caer en el alegato rancio) la relación ley-política- negocios -delito. Chandler, en una vuelta de tuerca feliz , expone el desprecio que le provoca el estado del capitalismo y la democracia en su país. “No existe una manera honesta de ganar cien millones-dijo Ohls-. El jefe cree que tiene las manos limpias, pero el camino queda sembrado de tipos arrinconados contra la pared, pequeñas empresas a las que fundieron y compraron por centavos, gente honrada que quedo en la calle, acciones manipuleadas fraudulentamente, intermediarios corrompidos, y coimeros y abogados que recibieron cientos de miles por derrotar una ley que el pueblo quería pero los oligarcas no porque reducía sus ganancias. Mucho dinero significa mucho poder y mucho poder corrompe. Así es el sistema. Tal sea mejor a pesar de sus defectos, pero a mí no me gusta”.
Y antes, Harlan Potter en un diálogo con Marlowe. “Vivimos en un sistema llamado democracia, gobierno de la mayoría del pueblo. Sería un bello ideal si funcionara. El pueblo elige, pero los candidatos los nombran los aparatos partidarios y éstos requieren mucho dinero para funcionar con eficiencia. Alguien tiene que darles ese dinero, y ese alguien, un individuo, un grupo financiero, un sindicato o lo que usted quiera, exige algo a cambio de su inversión”.
En el ocaso del género, Chandler posa su mirada amarga y feroz sobre el estado de la sociedad capitalista.

GZ

1 comentario:

  1. Interesante comentario. Máxime cuando el género en cuestión deslegitima, o intenta hacerlo, el discurso represivo de la sociedad capitalista.
    Justamente este cuestionamiento a los fundamentos del sistema represivo estatal es el que, tal vez, termina vaciando también al propio género. Sería una cuestión para discutir...

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