domingo, 26 de septiembre de 2010

El fetichismo de la opinión.

Alain Badiou

Se ha vuelto difícil enfrentarse a la opinión, pese a que tal parece ser, desde Platón, el deber de toda filosofía. En primer lugar, ¿no es la libertad de opinión en nuestros países-quiero decir, los países en que la forma del Estado es la "democracia" parlamentaria- el contenido inmediato de la libertad  más considerada? En segundo lugar, ¿no es ella otro nombre de aquello que se sondea, se consiente y, si es posible, se compra, a saber, la opinión pública? ¿No es el sondeo de opinión aquello que a partir de lo cual se construye el singular sintagma "los franceses piensan que..."? Singular al menos por dos razones. La primera es que es más o menos cierto que "los franceses", al no constituir en modo alguno un Sujeto, no podrían "pensar" esto o aquello, sea lo que fuere. La segunda es que, suponiendo incluso que los franceses constituyen un conjunto consistente, se debería resumir el sondeo a lo que cifra y decir, exactamente: "Según nuestras últimas mediciones, y descontando los efectos inmediatos de la pregunta estúpida que les hemos hecho, un tanto por ciento de los franceses opina en tal sentido, y otro tanto por ciento en otro sentido, y otro tanto por ciento no opina en ninguna dirección". Sin embargo - y esta es la tercera razón del fetichismo de la opinión-, lejos de ver cómo se forma allí, en respuesta a un cuestionario embarrado, la tríada de un opinar conformista, un contraopinar anárquico y un no opinar prudente, el discurso dominante piensa que esas determinaciones de la opinión son aquello a lo que debe conformarse la acción pública.

Segundo manifiesto por la filosofía

jueves, 23 de septiembre de 2010

Thomas Disch.

por Ricardo Piglia

Thomas Disch sintetiza una tendencia de la actual narrativa norteamericana que trabaja en los bordes de la ciencia ficción, combina delirios filosóficos con pesadillas políticas y especula con los mundos posibles. Un imaginario exasperado y fuera del tiempo que elabora sus materiales a partir de los restos de la alta cultura y el cadáver de sus héroes (Nietzsche, Pound, Gödel), entreverados con el brillo agónico de las series de TV, las revistas de divulgación científica y los comics, el kitsch tecnocrático, la música rock, el paisaje de la publicidad y la luz de los moteles perdidos en la carretera. El primero que define esa tendencia es William Burroughs que en Naked Lunch (1959) y Nova Express (1964) delimita las formas de ese nuevo género, espejo paranoico de la cultura norteamericana. Construcciones alucinadas donde se combinan las fórmulas y los estereotipos de la category fiction (en primer lugar la ciencia ficción, pero también el western, la novela pornográfica, el triller) con las técnicas experimentales y la escritura discontinua de la vanguardia. Se abre allí un camino de renovación en el que entran todos los estilos y todas las jergas de una lengua trabajada por la droga, la psicosis y la guerra; un camino que rechaza frontalmente la oposición entre las tradiciones de la alta cultura y los productos de la cultura de masas. Las novelas de Thomas Pynchon, las obras maestras que Philip Dick fue dejando en la arena de su prolífica producción (El hombre en el castillo, Los tres estigmas de Palmer Eldrich, Ubik) el Heller de Catch 22, Giles Goat-Boy de John Barth, La intersección de Einstein de Delany, relatos de Kurt Vonnegut, de Walter Percy, el mismo Mailer, son algunos ejemplos de una producción que excede los registros convencionales y cruza los géneros. Disch se instala en una frontera incierta entre la ficción especulativa, sofisticación e hiperintelectual y el Plot de la literatura de masas. Novelas como Campo de concentración o 334, relatos como "Costa asiática" o "Casablanca" se mueven en el espíritu de la ciencia ficción pero no conservan ninguno de los rasgos externos del género. Disch parece mantener con la ciencia ficción la misma relación que Chandler tenía con la novela policial: le interesan las posibilidades narrativas de esa forma pero no sus resultados. Disch practica, por otro lado, un tipo de estrategia literaria muy común en los escritores norteamericanos de las últimas generaciones. Sus elaboradísimos libros de poesía se alternan con las novelas comerciales escritas son seudónimo (y a veces en colaboración), y su exigente escritura de ficción se combina con los guiones de TV que escribió para la inolvidable serie El prisionero que protagonizara Patrick McGoohan.

Extraído de Escalera al cielo. Utopía y ciencia ficción.(1994)

lunes, 20 de septiembre de 2010

Adiós Labordeta

SOMOS
Somos
como esos viejos árboles
batidos por el viento
que azota desde el mar.

Hemos
perdido compañeros
paisajes y esperanzas
en nuestro caminar.

Vamos
hundiendo en las palabras
las huellas de los labios
para poder besar

tiempos
futuros y anhelados,
de manos contra manos
izando la igualdad.

Somos
como la humilde adoba
que cubre contra el tiempo
la sombra del hogar.

Hemos
perdido nuestra historia
canciones y caminos
en duro batallar.

Vamos
a echar nuevas raíces
por campos y veredas,
para poder andar

tiempos
que traigan en su entraña
esa gran utopía
que es la fraternidad.

Somos
igual que nuestra tierra
suaves como la arcilla
duros del roquedal.

Hemos
atravesado el tiempo
dejando en los secanos
nuestra lucha total.

Vamos
a hacer con el futuro
un canto a la esperanza
y poder encontrar

tiempos
cubiertos con las manos
los rostros y los labios
que sueñan libertad.

Somos
como esos viejos árboles.




domingo, 19 de septiembre de 2010

Estado y espectáculo

El espectáculo es el discurso ininterrumpido del orden actual sobre sí mismo, su monólogo elogioso. Es el autoretrato del poder en la época de su gestión totalitaria de las condiciones de existencia. Tras la apariencia fetichista de pura objetividad en las relaciones espectaculares se esconde su índole de relación entre hombres y clases: una segunda naturaleza parece dominar nuestro ambiente con sus leyes fatales. Pero no es el espectáculo el producto necesario del desarrollo técnico considerado como desarrollo natural. La sociedad del espectáculo es, por el contrario, la forma que elige su propio contenido técnico. Aunque el espectáculo , tomado en el sentido restringido de "medios de comunicación "-que son su manifestación superficial más abrumadora- parezca invadir la sociedad como simple instrumentación, ello nada tiene de neutro, ya que es la instrumentación que convienea a su automovimiento total. Si las necesidades sociales de la época en que son elaboradas estás técnicas sólo pueden satisfacerse por su mediación, si la administración de esta sociedad y todo contacto entre los hombres sólo puede ejercerse a través de este poder de comunicación instantánea, es porque la "comunicación" es esencialmente unilateral; de tal manera su concentración equivale a acumular en manos de la administración del sistema vigente los medios que le permiten continuar esa administración determinada. La escisión generalizada del espectáculo es inseparable del Estado moderno, es decir, de la forma general de la escisión en la sociedad, producto de la división del trabajo social y órgano de la dominación de clase.

Guy Debord
La sociedad del espectáculo (1967)

lunes, 13 de septiembre de 2010

Un cuento de K.M.

-En su edición del sábado 21 de agosto, al cumplirse ciento cincuenta años del nacimiento de Antón Chejov –para muchos el padre del cuento moderno- el suplemento Babelia del diario El país le pidió a dieciséis escritores “hispanohablantes” la elección de otros tantos cuentos del siglo veinte. Como toda elección, sospecho, esta también resultó del gusto personal, el capricho y la arbitrariedad.  También, porque no, suponga la reafirmación de una poética personal.  Entre los elegidos están Los muertos de James Joyse, Campeón de Ring Lardner, No oyes ladrar a los perros de Juan Rulfo, Catedral de Raymond Carver y El espejo y la máscara de Borges.

-No leí el cuento de Joyce, por supuesto pienso saldar pronto semejante deuda. Personalmente de Lardner prefiero En la peluquería, de Rulfo Luvina, y de Carver Parece una tontería.  Soy tan fanático de Borges que a la hora de las listas y antologías varias, cualquiera de sus cuentos se me antoja irreprochable. Otros cuentos incluidos son: El miedo de Valle-Inclan, La bestia en la jungla de Henry James, El hombre que ríe de J.D. Salinger, La buena gente del campo de Flannery O´connor, El álbum de Medardo Fraile, Problemas, problemas de Ingeborg Bachmann, Graffiti de Cortázar y Deslumbramiento de Truman Capote.

-Desconozco las obras de Fraile y Bachmann, dudo que alguna vez lea algo de Valle-Inclan y me resulta incomprensible la elección de El hombre que ríe en lugar de Un día perfecto para el pez banana o Para Esmé con amor y sordidez. Lo de antes: cuestiones de gustos y caprichos. Me parece sí, un acto de estricta justicia literaria la inclusión de Babilonia revisitada de Scott Fitzgerald. Completan la lista dos cuentos de Katherine Mansfield que es la única firma que se repite.

-Jamás había leído a Mansfield. Recordé sin embargo, que en mi biblioteca tenía una selección de algunos de sus cuentos que el Centro Editor de América Latina publicó en los años setenta en su colección Narradores de hoy[1]. Ninguno de los cuentos mencionados en la lista estaban en el libro, razón por lo cual decidí leer el primero: Alemanes comiendo. Cautivado por su perfecta concisión lo leí tres veces seguidas y hasta el momento no avancé en la lectura del libro más allá de ese texto de estructura abierta y espíritu profético. En pocas páginas, en una única escena, con un estilo austero y a través de un dialogo en apariencia trivial, Katherine Mansfield no solo muestra los prejuicios crecientes de la burguesía alemana de principios del siglo pasado, sino que refleja, tal vez de manera involuntaria, la creciente tensión sociopolítica en un continente que años después produciría el holocausto judío y los dos conflictos bélicos más importante y trágicos de la historia.

Diego Zappa


Alemanes comiendo.

Se sirvió una sopa de pan. –Ah –dijo Herr Rat, echándose sobre la mesa para mirar dentro de la sopera-, esto es lo que necesito. Mi “magen” ha estado un poco descompuesto desde hace varios días ¡Sopa de pan y en su punto! Yo mismo soy un buen cocinero –se volvió hacia mí.
-Que interesante –dije, tratando de infundir a mi voz el entusiasmo adecuado.
-Si, si… cuando uno no está casado es necesario. Yo, aquí donde me ve, he tenido todo lo que he querido de las mujeres sin recurrir al matrimonio-. Metió la punta de la servilleta dentro del cuello de su camisa y sopló sobre la sopa al hablar: -A eso de las nueve me preparó un desayuno inglés, pero no gran cantidad. Cuatro rebanadas de pan, dos huevos, dos tajadas de jamón frío, un plato de sopa, dos tazas de té… Eso no es nada para ustedes.
   Afirmó el hecho con tal vehemencia que no tuve el coraje de refutarlo.
De pronto todas las miradas se volvieron hacia mí. Sentí que llevaba sobre mis hombros el peso del absurdo desayuno de una nación… Yo, que tomaba apenas una taza de café mientras me abrochaba la blusa por las mañanas.
-Nada en absoluto –exclamó Herr Hoffmann de Berlín-. Ach, cuando estaba en Inglaterra si que solía comer por las mañanas.
   Levantó la mirada y los bigotes, limpiándose las gotas de sopa de su chaqueta y chaleco.
-¿De veras comen tanto? –preguntó Fraulain Stiegelauer-. ¿Sopa y pan de levadura y carne de cerdo, y té y café y compota de frutas, y miel y té y bifes de hígado? ¿Y las señoras comen también en especial las señoras?
-Claro que sí. Yo mismo lo he notado, cuando vivía en un hotel en Leicester Square –Exclamó Herr Rat-. Era un buen hotel, pero no sabían preparar té… Ahora…
-Ah, eso sí es algo que yo sé hacer –dije, riendo alegremente-. Sé preparar un té buenísimo. El gran secreto está en calentar la tetera.
-Calentar la tetera –interrumpió Herr Rat, retirando su plato de sopa-. ¿Y para que calienta la tetera? ¡ja! ¡ja! ¡Eso sí que es bueno! Uno no se come la tetera ¿no?
Fijó sobre mí sus fríos ojos azules con una expresión que sugería mil invasiones premeditadas.
-¿Así que ese es el gran secreto de su té inglés? ¡Todo lo que hay que hacer es calentar la tetera!
Quería explicarle que ése era solo un paso preliminar, pero como no podía traducirlo me quedé callada.
La criada trajo carne, con sauerkraut y papas.
   -Me da un gran placer comer sauerkraut –dijo el Viajero del Norte de Alemania-, pero últimamente he comido tanto que no puedo retenerlo. Enseguida  me veo obligado a…
   -Qué hermoso día –exclamé, volviéndome hacia Fraulein Stiegelauer-. ¿Se levantó temprano hoy?
   -A las cinco caminé diez minutos por el pasto húmedo. Volví a la cama. A las cinca y media me volví a dormir y me desperté a las siete; entonces me lavé  “de cuerpo entero”. Volví a la cama. A las ocho me puse una cataplasma de agua fría y a las ocho y media tomé una taza de té de menta. A las nueve pedí un café de malta y empecé la “cura” . Me pasa el saurkraut, por favor. ¿Usted no come?
  -No gracias. Me parece un poco fuerte
  -¿Es verdad –preguntó la Viuda, escarbándose los diente con una horquilla al hablar- que usted es vegetariana?
   -Si, es cierto; no he comido carne desde hace tres años
   -¡In-creible! ¿Tiene familia?
   -No.
   -Ya ve, ¡eso es lo que pasa! No se puede tener chicos comiendo sólo vegetales. No es posible. Pero ya no hay familias grandes en Inglaterra hoy en día; supongo que están demasiado ocupados con sus campañas sufragistas. Ahora bien, yo tengo nueve hijos, todos vivos gracias a Dios. Chicos sanos, magníficos…aunque después de nacer al primero tuve que…
   -¡Qué maravilla! – exclamé.
  -¿Maravilla? – Dijo la Viuda con desprecio, volviendo a colocar la horquilla en la especie de pera que se balanceaba en la punta de la cabeza-. ¡Para nada! Una amiga mía tuvo cuatro al mismo tiempo. Su marido estaba tan complacido que dió una cena y los hizo poner sobre la mesa. Por supuesto ella se sintió muy orgullosa.
   -Alemania –tronó el Viajero, clavando los dientes en una papa que había ensartado con el cuchillo- es el hogar de la familia.
   Siguió un silencio comprensivo.
   Se cambiaron los platos para servir ahora carne asada, jalea de grosellas y espinaca.
   Limpiaron sus tenedores con pan negro y volvieron a empezar.
   -¿Cuánto tiempo piensa quedare? –preguntó Herr Rat.
   -No lo sé exactamente. Tengo que estar de vuelta en Londres para septiembre.
   -Por supuesto visitará Múnich.
   -Me parece que no voy a tener tiempo. Es importante que no interrumpa mi “cura”.
   -Pero tiene que ir a Múnich. No conoce Alemania si no ha estado en Múnich. Todas las exposiciones están en Múnich. Tenemos el festival Wagner en agosto, y Mozart y una colección de pinturas japonesas… ¡Y la cerveza! No sabe lo que es una buena cerveza hasta que ha estado en Múnich. Si incluso he visto señoras finísimas todas la tardes, señoras verdaderamente finísimas, tomándose así de altos-. Mostró con las manos una buena medida de cerveza; yo sonreí.
   -Si tomo mucha cerveza de Múnich sudo muchísimo –dijo Herré Hoffmann- cuando estoy aquí en el campo o en los baños, sudo, pero me gusta; pero en la ciudad no es lo mismo.
   Alentado por ese pensamiento, se enjugó el cuello y la cara con la servilleta y con cuidado se limpió las orejas.
  Una fuente de vidrio con duraznos en compota fue colocada en la mesa.
   -¡Ah, fruta! – chilló Fraulein Stiegelauer-, es tan necesaria para la salud. El doctor me dijo esta mañana que mientras más fruta pudiera comer, mejor era.
   A todas luces siguió el consejo.
   Dijo el Viajero: -supongo que les asusta también la idea de una invasión ¿eh? Sí, eso está bien. Estuve leyendo acerca de una obra de teatro que ustedes han hecho sobre el tema. ¿Usted la vió?.
   -Sí-. Me erguí en la silla-. Le aseguro que no tenemos miedo.
   -Bueno, entonces tendrían que tener miedo –dijo Herr Rat-. Ni siquiera tienen un ejército… Unos pocos muchachitos con las venas llenas de nicotina.
   -No tenga miedo –dijo Herr Hoffmann-. No codiciamos a Inglaterra. Si lo hubiéramos querido la hubiéramos tomado hace tiempo. En realidad no los queremos.
   Sacudió su cuchara alegremente mirándome por encima de la mesa como si fuera una niñita a la que el podía llamar o despedir a voluntad.
    -Nosotros, sin duda, no queremos tener a Alemania –dije.
   -Esta mañana tomé medio baño. Después, esta tarde, tengo que tomar un baño de rodillas y un baño de brazos –propuso Herr Rat-; después hago mis ejercicios durante una hora y mi tarea está terminada. Un vaso de vino y unos panes con sardinas…
   Se les sirvió tartas de cereza con crema batida.
   -¿Cuál es la carne preferida de su esposo? Preguntó la Viuda.
   -En realidad no se –contesté.
   -¿De veras no sabe? ¿Hace cuánto que está casada?
   -Tres años.
   -¡Pero no puede estar hablando en serio! Con sólo cuidar su casa una semana, siendo su mujer, tendría que haberlo sabido.
   -En realidad no se lo pregunté nunca; no le importa mucho que es lo que come.
   Una pausa. Todos me miraron, sacudiendo la cabeza y con la boca llena de carozos de cerezas.
   -No es de extrañarse entonces que se repitan en Inglaterra las cosas atroces que suceden en París -, dijo la Viuda, doblando su servilleta-. ¿Cómo puede una mujer esperar retener a su marido, si no sabe cuál es su plato preferido después de tres años?.
   -¡Mahlzit!-
   -¡Mahlzit!-.
 Cerré la puerta al salir.



[1] Algunos ejemplares de esta excelente colección suelen conseguirse en librerías de viejo a precios irrisorios. Con mucha paciencia y algo de suerte, entre otros títulos pueden encontrarse los siguientes: Cuentos completos de Germán Rozenmacher, Los trabajos nocturnos de Amalia Jamilis, Cuentos completos de Juan Carlos Onetti, La calle de los cocodrilos de Bruno Schulz, Campeón y otros cuentos de Ring Lardner, La molécula loca de J.P. Donleavy, Los avispones de Peter Handke y Segunda piel de John Hawkes

domingo, 12 de septiembre de 2010

Políticas de la lengua.

(...) Las propias palabras y las lenguas, independientemente de la escritura, no definen grupos cerrados que se entienden entre sí, sino que determinan sobre todo relaciones entre grupos que no se comprenden: si existe lenguaje es sobre todo entre aquellos que no hablan la misma lengua. El lenguaje está hecho para eso, para la traducción, no para la comunicación".

Mil mesetas, Deleuze-Guattari

- Pobre Buenavista, siempre buscando lo que falla. Así se sufre. ¿Qué importancia tienen los nombres mal escritos, las fechas cambiadas? Las palabras están hechas para el error, todo lo que decimos con palabras estará equivocado siempre.

Los Anticuarios, Pablo De Santis.

martes, 7 de septiembre de 2010

La criminalización de la protesta en su estado puro. O la metodología "pro" para enfrentar problemas.

Por memorando nº 912750/DGEGE/2010 el Gobierno porteño (Mauricio Macri, va) obligaba a las autoridades de los colegios a informar los nombres de los alumnos que participan en las tomas de los establecimientos educativos. Una jueza de la Ciudad, mediante una resolución dictada en el expediente “RUANOVA, Gonzalo Roberto contra GCBA sobre Impugnación de ActosAdministrativos”, expediente 32226/0 (pueden leer el fallo completo acá), resolvió algunas cuestiones que me parecen muy importantes y dejan al descubierto la incapacidad operativa y de visión y la profunda inutilidad de gestión del discurso oficial, que sólo encuentra en el remedio de la penalización y la delación la posibilidad de afrontar las problemáticas que se presentan:

  1. La jueza encuadra la protesta realizada por los estudiantes secundarios en el derecho que tienen a la libertad de expresión. La protesta está haciendo visible y es la expresión de un reclamo efectuado por parte de la comunidad educativa de la Ciudad. Este punto me parece sustancial y rompe con la lógica discursiva imperante en la temática, que hacía hincapié en el hecho de la toma de los establecimientos, sin subrayar suficientemente que la misma es producto del reclamo de los estudiantes por mejoras edilicias básicas para poder ejercer su derecho a aprender. Expresamente, la resolución judicial sostiene que la Convención sobre los Derechos del Niño“dispone [en su artículo 3º] que todas las medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, deben tener una consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño. El artículo 13 a su vez dispone que el niño tendrá derecho a la libertad de expresión; ese derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo, ya sea oralmente, por escrito o impresas, en forma artística o por cualquier otro medio elegido por el niño, derecho que según el inciso 2 podrá estar sujeto a ciertas restricciones, que serán únicamente las que la ley prevea y sean necesarias (el respeto de los derechos o la reputación de los demás o la protección de la seguridad nacional o el orden público o para proteger la salud o la moral públicas). El artículo 14 establece la obligación de los Estados Partes de respetar el derecho del niño a la libertad de pensamiento y de reconocerlos la libertad de asociación y de celebrar reuniones pacíficas. El artículo 15 inciso 2 sienta el criterio general en cuanto a que las restricciones de los derechos del niño que no sean otras distintas que las establecidas de conformidad con la ley y que sean necesarias en una sociedad democrática. La Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en el artículo 39 reconoce a los niños, niñas y adolescentes como “sujetos activos de sus derechos” estableciendo la obligación de las autoridades administrativas a consultarlos y escucharlos”.
  1. Planteada desde esta visión, desde la que nos propone la Jueza, el único debate lógicamente posible debería ser si el ejercicio de tales derechos por parte de los estudiantes se encuentra en contradicción con otros derechos (o, mejor dicho, en contradicción con derechos de otros) y, en ese caso, cuáles y hasta que punto se consideran fundamentales, más protegidos o preferibles.
  1. La jueza entiende que la disposición que obliga a las autoridades de los colegios de informar los nombres de los alumnos que participan en la protesta incumple con las obligaciones que se desprenden del punto 1) y se funda en criterios contrarios a una sociedad democrática y republicana. Subyace del pronunciamiento judicial la idea de que, al poder ser suministrados los listados de alumnos a la Policía Federal Argentina, las autoridades educativas están criminalizando la protesta y que esta posición no resulta pertinente para encarar un conflicto que debe ser resuelto mediante vías y acciones democráticas. Expresamente señala, en relación a las autoridades, que “Tan desbordados o sobrepasados se sienten ante un conflicto, por otra parte propio de la vida democrática que hemos elegido y por ende, a ser resuelto mediante vías y acciones democráticas, que por añadidura también validan la intervención policial con relación a los padres de los alumnos, tildados de antemano, de ineptos en el ejercicio de la patria potestad.”

Frente a tanta pobreza intelectual en el discurso del ejecutivo de la Ciudad, resulta muy importante una decisión como la señalada, que subraya lo que debe subrayarse en el marco de un conflicto entre un sector vulnerable (los estudiantes secundarios de escuelas públicas) y el Estado.

viernes, 3 de septiembre de 2010

¿El fin de la ciudadanía nacional?

Si logran pasar una introducción demasiado jurídica, hay un interesante comentario acá realizado sobre el estudio preliminar del libro "Ciudadanía sin Nación, Soysal, Yasemin; Bauböck, Rainer; Bosniak, Linda" realizado por Iker Barbero González y Libardo José Ariza.
Espero comentarios sobre la tesis desgranada.