miércoles, 12 de octubre de 2011

Literatura y ciudad (7)

Chronic City
Jonathan Lethem

Ava también parecía la clave de uno de los motivos nuevos de Perkus, una disquisición en desarrollo sobre la naturaleza construida de toda conciencia. Trabaja constantemente para perfeccionar la idea en voz alta, creyendo por lo visto de que vivíamos en una realidad virtual y necesitábamos tomárnoslo mejor. Según su nueva epifanía, también podíamos vivir en un entorno inventado puesto que, de entrada, nuestra conciencia era una especie de construcción virtual. No existía ninguna realidad de fondo por la que preocuparse. "Todos los recuerdos son recambios, Chase. Lo he    leído, es el último   gran avance neurológico". Yo ignoraba por qué un escéptico hermético debería dar crédito a los informes científicos más recientes, pero me daba igual. Le di el gusto de pedirle que me lo explicara. "Cada recuerdo es sólo una fotocopia   de algo previo, no se refiere a ningún original almacenado. Tiramos el original, como una compañia teatral   que siempre rompe el texto y      basa la interpretación en una transcripción de    la noche anterior, con todos sus errores e interpretaciones, y luego   destruye también el texto y así repetidamente. No tenemos Edén    al que regresar, Chase! Cuando miramos atrás el jardín ya no está. es mejor no mirar e imaginar que notás su peso en la espalda. Solo tenemos      el borrador de trabajo, no más definitivo      que el anterior, y también será descartado. La memoria es un ensayo de    un espectáculo que nunca se estrena!".
Muy bien, pero ¿eso que tenía que ver con la perra? "Ava atrapa el mapa de la realidad con el olfato a diario y no le importa nada más allá de él. Es consciente de que el mundo    debe ser reemsamblado cada vez que lo cruza. Piensa en lo que es  Manhattan para un perro! Si Ava puede vivir en nuestro     ensueño, nosotros deberíamos ser capaces de tolerar vivir en el de otro!". Ahora que Perkus hipaba sin disimulo delante de mí, se permitía con alivio evidente que los intervalos en la respiración airearan el discurso, hiciera audible la elipsis. La música asíncrona de su discurso lleno de baches unía las Purezas Friendrech con sus opuestos, aquellas esclusas de explicación paranoica que se abrían periódicamente. "Ha pasado algo, Chase, en esta ciudad    ha tenido lugar una ruptura. Desde entonces el tiempo    se ha fragmentado. Puede que esté relacionado con la niebla gris o con cualquier otro desastre. Cualquiera que sea la causa, desde entonces hemos estado viviendo en      un lugar que es una réplica que sí mismo, un frágil simulacro, plagado de huecos y problemas      técnicos. Un parque temático, en realidad! Pensado para detener la intrusión del tiempo. Por supuesto algo así está siempre destinado a fracasar, el tiempo     siempre factura. De modo que estas disyunciones aparecen, y tenemos que explicarlas, considerándolas tigres o escultura épica. Si    Noteless no existiera, la ciudad tendría que habérselo inventado, Chase!". Cuanto más desarrollaba Perkus su teoría, más empezaban a aparecer los agujeros de su discurso una especie de recambio necesario de las lagunas temporales en las que él creía que había caído la ciudad, así como de los pozos sin fondo de Laird Noteless y sus estructuras ausentes.
Perkus parecía necesitar que Manhattan fuera una falsedad y estuviera en ruinas ("This town is wearing tatters!") para hacer buenas sus intuiciones. Pero Manhattan no estaba destruida en el sentido que Mick Jagger había apuntado en 1978, de la manera en que Perkus necesitaba que estuviera. Estudios recientes indicaban que la ciudad estaba en paz, rebosante de dinero, hasta puede que algo aburrida. Eso claro, en el caso de que confiaras en el testimonio satisfecho de los millones que consultaban la página de seguimiento del tigre por la mañana antes de ponerse las botas de nieve en abril e ir al trabajo en metro como de costumbre, para luego por la noche llenar los bares y restaurantes o quedarse en casa a ver Los sopranos o a los Yankees y marcar rellamada para que los repartidores de comida china salieran disparados en sus bicicletas. Lo que Perkus decía, demostrado: los millones de personas adormiladas que nunca agujereaban el velo del sueño, ni siquiera lo empujaban un poquito. Yo era uno de ellos, un imbécil de nacimiento, pero al menos ahí estaba, escuchando los hechos espantosos que él me iba exponiendo. ¿Era Perkus un teórico de la conspiración? Escupía como un crítico de rock. La única conspiración era una conspiración de la distracción. Los conspiradores éramos nosotros. Si yo no entendía esta ley de la complicidad debería volver al principio y empezar de cero. Cuando me lo dijo, pensé en el depacho de Susan Eldred, en la primera vez que había visto su ojo antitético.

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