domingo, 22 de mayo de 2011

Borges y el policial (I)

La tensión entre crimen y relato estructura el policial desde su origen: el crimen es la condición del relato. Hay relato porque hay crimen. Pero mientras éste es enigmático y conlleva  la ausencia de sentido, aquel, por su parte, despliega sus dispositivos narrativos  para revelar la verdad. Y es aquí donde hace su entrada el detective, figura constitutiva del género. Su función  es revelar el enigma, llegar a la verdad y clausurar el relato. Dice Daniel Link en el prólogo a “El juego de los cautos”: “Si hay verdad (y no importa de que orden es esa verdad), debe haber alguien encargado de comprenderla y revelarla al lector. Es el caso del detective, que es un elemento estructural fundamental de la constitución del género. El detective, como señala Lacan, es el que ve lo que está allí pero nadie ve: el detective, podría decirse, es quien enviste de sentido la realidad brutal de lo hechos, transformando en indicios las cosas, correlacionando información que aislada carece de valor, estableciendo series y órdenes de significados que organiza en campos”.

“Emma Zunz”, el cuento de Borges, narra obsesivamente los preparativos de un crimen, a la vez que construye un relato para un lector futuro (el investigador). El relato termina donde debería comenzar la historia de la investigación. Pero sabemos que ésta no se narra. O mejor, se narra en forma desviada. “La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero era también el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios”. En efecto, Emma Zunz construye un relato verosímil, una versión de los hechos difícil de impugnar por los investigadores. Hay sentido pero desviado: ya no es la inteligencia analítica del detective la que organiza el caos de signos. La lectura posible, perversa de los hechos– que luego se revelará fatalmente única- ya se encuentra inscripta en los pliegues ocultos del crimen. “Recogió el papel y se fue a su cuarto. Furtivamente lo guardo en un cajón, como si de algún modo ya conociera los hechos ulteriores. Ya había empezado a vislumbrarlos, tal vez; ya era la que sería”.
Usando su cuerpo como prueba, Emma Zunz construye un relato (una realidad) que se impone a todos. Si el relato, de algún modo, se clausura, no lo hace en los términos del policial clásico: la verdad no se revela; el detective fracasa. Si bien “la historia era increíble”, el lector al que está dirigida se muestra incapaz de leerla en los términos establecidos, en sus orígenes, por Poe. La verdad se obtura pero no el sentido( procedimiento, por otra parte, que Borges utiliza en otros relatos), ya que el que enviste de sentido a los hechos no es el detective, incapaz de destejer la trama secreta vislumbrada por Emma desde que recibiera la carta anunciando la muerte de su padre. Emma, entonces,  impone su mirada, o lo que es lo mismo, su lectura de los hechos. El género fracasa donde triunfa Emma: ordenar el caos de signos y (re)establecer el orden.
Si en “La muerte y la brújula”, Borges clausuraba el policial de enigma, en Emma Zunz cruza la frontera (genérica)y narra la imposibilidad del género (de un estado del género) de desnudar el carácter ficcional de la realidad.

Gerardo Zappa

1 comentario:

  1. Creo también que existe algo de sacrificio redentor en Emma al entregar su cuerpo a un desconocido (¡y qué desconocido!). Esa entrega constituye algo más que un engranaje dentro de un plan; es, en si misma, iniciática y bautismal pues otra lectura posible del relato surgiría desde la siguiente pregunta: ¿qué culpa o pecado intentó pagar Emma? ¿La movía la venganza de su padre o la culpa?
    En este contexto poco importa si los detectives llegan a la verdad organizando "el caos de signos". De antemano podemos suponer que ellos creerían en la versión del relato que nos presenta el "cuerpo de Emma". El punto no se encuentra aquí sino en la inmolación, real o figurada, del que busca venganza.

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