En términos de publicación la obra de Miguel Briante es breve. En 1964 y antes de cumplir los veinte años publicó Las hamacas voladoras, un libro de una madurez infrecuente para alguien de su edad. Las hamacas voladoras no sólo presenta un estilo definido en sus intenciones y consumado en la escritura, donde la oralidad, la narración como centro y el uso preciso del fraseo regional generan una prosa envolvente, filosa y cautivante, sino que también -en algunos de sus cuentos- acorrala y delimita el territorio donde en lo sucesivo habrá de enclavarse la narrativa de Briante: General Belgrano y los márgenes del río Salado.
En 1968 aparece Hombre en la orilla y en 1983 Ley de juego, un libro definitivo y condensador. Uno de los grandes libros de la literatura argentina. Póstumamente se publicaron los relatos de Al mar y otros cuentos y la antología periodística Desde este mundo.
En el medio, Briante escribió su única novela. Publicada originalmente en Venezuela por la editorial Monte Avila y reeditada por Alfagura en la década del noventa, Kincón fue por mucho tiempo una obra de escasa circulación y casi desconocida en Argentina. Su libertad formal, la rigurosa contención en el manejo de un estilo que en manos menos expertas resultaría en el uso de un criollismo turístico y desbocado y la exposición estratégica en sus páginas de un estado de la lengua continental, esperan aún hoy, su merecido reconocimiento.
Kincón tiene su génesis en el cuento del mismo nombre incluido en Las hamacas voladoras. La novela lo expande y lo resignifica. Las distintas voces narradoras –que incluyen la del propio protagonista- dan a la narración una estructura coral y dan cuenta de la leyenda de un negro que llega desde el Mato Grosso a un pueblo de la provincia de Buenos Aires en los años veinte, o mejor aún, y esto es central, los retazos de historias que esas voces registran y ponen a circular. Porque para Briante, la vida de cualquier hombre, no es una hoja de ruta delimitada por fechas y acontecimientos legalizados por las formas burocráticas, sino los distintos relatos que esa vida produce y que el paso del tiempo articula e impone. Después, como en la narrativa de Briante, el lenguaje interviene y acaso interponga resistencia a los hechos narrados.
Diego Zappa
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