jueves, 1 de septiembre de 2011

Literatura y ciudad (4)

La ciudad ausente
Ricado Piglia

Estaban en la cortada Carabelas, atrás del enorme edificio de hormigón del Mercado del Plata. Durante la guerra lo habían usado de cuartel y las fotos de Perón se descascaraban en las paredes. Un mundo de refugiados y de vagabundos proliferaba por las galerías. Los gendarmes no se arriesgaban hasta ahí, pero el lugar estada infestado de agentes del gobierno. Tenía la sensación de estar extraviada, de haber perdido el sentido de la realidad.
-Usted ha perdido el sentido de la realidad- le dijo Arana, como si le leyera el pensamiento. Quizás estaba pensando en voz alta.
-Este es un sitio libre de recuerdos-dijo ella-. Todos fingen y son otros. Los espías están adiestrados para negar su identidad y usar una memoria ajena.
Pensó en Grete, que se había convertido en una inglesa refugiada  que vendía fotos en un local del segundo subsuelo. Había sido infiltrada y sepultó su pasado y adoptó una historia ficticia. Nunca más pudo volver a recordar quién había sido. A veces amaba en sueños a un hombre que no conocía. Su identidad verdadera  se había convertido en un material inconsciente, episodios en la vida de una mujer olvidada. Era la mejor fotógrafa del Museo; miraba erl mundo con ojos que no eran de ella y está lejanía salía en las fotos. Tenían que encontrarla, ella podía llevarlos a Reyes. El Tano quiso saber quién era Reyes.
-Es un ex profesor de literatura inglesa que trafica con metadona-le explicó Elena-. Dirige los sanatorios clandestinos y los refugios de desintoxicación.
Grete creía haber sido su mujer en otros tiempos, una chica inglesa de Lomas de Zamora que se había enamorado del joven profesor que dictaba un curso sobre E. M. Forster y Virginia Woolf. Esta historia justificaba su coartada, era una mujer desilusionada que amaba en secreto a un hombre del que quería vengarse. Tenían que encontrarla. El subsuelo del Mercado del Plata se comunicaba con las calles que cruzaban por abajo de la 9 de Julio y con los pasillos del subte de la estación Carlos Pellegrini, donde confluían todas las líneas de la ciudad. Ese era un punto de fuga, ahí se nucleaban los refugiados y los rebeldes, los hippies, los gauchos, los espías, todos los ex, los contrabandistas, los anarcos. Para llegar al edificio tenían que atravesar una playa de estacionamiento abandonada, una tierra de nadie entre los refugios y la ciudad.

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