miércoles, 6 de abril de 2011

Devoción

Alejandra Pizarnik

Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y sentadas a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una muñeca estaba sentada entre ellas, indeciblemente hermosa, y la muerte y la niña la miraban más que al crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella.
-Toma un poco de vino -dijo la muerte.
La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que té.
-No veo que haya vino-dijo.
-Es que no hay-contestó la muerte-
¿Y por qué me dijo usted que había?-dijo.
-Nunca dijo que  hubiera sino que tomes-dijo la muerte.
-Pues entonces ha cometido usted una incorrección al ofrecérmelo-respondió la niña muy enojada-
-Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una educación esmerada-se disculpó la muerte.
La muñeca abrió los ojos.

en Pequeñas prosas (1967)

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