lunes, 20 de enero de 2014

La sinagoga de los iconoclastas

Wilcock, J. Rodolfo. (1999). La sinagoga de los iconoclastas. Barcelona; Anagrama.

La sinagoga de los iconoclastas pertenece a la familia institucionalizada de los libros inclasificables. Sus personajes -inventores, pastores, utopistas,  sabios y teóricos- son seres cuya demostración fáctica de sus saberes en ocasiones limitan con la locura y el crimen mesiánico.  Las empresas encaradas por estos hombres son demenciales e impracticables, cuando no innecesarias. En ocasiones niegan la progresión histórica y aborrecen el avance tecnológico y el progreso social. Declaman verdades esotéricas y proponen una vuelta del hombre a su estado primitivo. Las teorías expuestas, están dictadas por la intuición, el capricho, la vanidad y el dogma religioso. Son teorías cuyo espíritu abarcador y monstruoso pueden explicar tanto los cambios en la moda femenina como años de evolución biológica. La estrategia narrativa de Wilcock deriva en informes sumarios de falsa e hilarante erudición. Su humor negro, su inteligencia y su imaginación desbordada  nos  recuerdan qué parte de la mejor literatura está hecha de puro  artificio.
La sinagoga de los iconoclastas puede leerse como una continuación natural de Las vidas imaginarias de Marcel Schwob y las biografías concentradas y apócrifas de Historia universal de la infamia de Borges. Su galería de parias y excéntricos y su formato enciclopédico invitan a la genealogía.

Apartado a La sinagoga de los iconoclastas
Rodrigo Fresán dice que La flecha del tiempo de Martin Amis, donde se cuenta la vida de un hombre de forma inversa al paso del tiempo, es un robo a El mundo cotrareloj  de Philip K. Dick. El propio Amis alienta esa sospecha al no mencionar al autor de Valis en el postfacio de su libro. Ahí se mencionan lecturas y escritores que sirvieron de inspiración para la escritura de la novela. 
Sin embargo existe otra posibilidad, incomprobable claro está, pero más interesante: que Amis haya leído a Wilcock. La última entrada de La sinagoga de los iconoclastas está dedicada al ciudadano francés Felicien Raegge, que “tuvo la intuición de la naturaleza invertible del tiempo” y cuya teoría fue expuesta en su libro publicado en 1934 y titulado, si,  La fléche du temps.  


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