domingo, 19 de junio de 2011

"Acumulación primitiva" de capital

Jorge Altamira,
(Perfil, domingo 19 de junio de 2011)

El desfalco perpetrado en la Fundación Madres no es otro caso de corrupción más, ni el caso aislado de un estafador que habría aprovechado la buena fe o ingenuidad de Hebe de Bonafini o incluso su complicidad. Su raíz es política y por eso ha pegado a la línea de flotación del Gobierno nacional.

Para empezar por lo elemental, la ejecución de la asistencia social o de la obra pública por medio de ONGs es una vieja “recomendación” del Banco Mundial. Su desarrollo sorprende en el universo “cultural” del kirchnerismo, porque se trata, ni más ni menos, que de la privatización periférica de las responsabilidades sociales del Estado. La ausencia de una finalidad de lucro de las ONG no alcanza (oculta) a las empresas que ejecutarán el objetivo social asignado con los métodos invariables del negocio capitalista. Las fundaciones, no de Madres, sino de Bill Gates o Warren Buffet, se cuidan muy bien de asegurar sus actividades con inversiones bursátiles o financieras en compañías afines a sus fundadores. La ONG de cuño kirchnerista, en cambio, sirve a una suerte de “acumulación primitiva” de capital, pues el elegido o borocotizado de turno puede comenzar a labrar una fortuna con el concurso cautivo de los fondos públicos sin necesidad de poseer un capital previo. Como dirían en el entorno oficial: están, simplemente, “reconstruyendo a la burguesía nacional”. ONGs o Fundaciones mediante, la actividad social del Estado se convierte en negocio capitalista –cuando debería estar a cargo de un organismo oficial que subordine la contabilidad de costos del emprendimiento a un régimen de ingresos y egresos al servicio de la actividad social.
Pero hay otro punto esencial: el desfalco pone al desnudo la cooptación de las organizaciones populares por parte del Gobierno. Ocurre con la CGT, los movimientos sociales oficialistas o la llamada ‘juventud militante’; ha llegado al extremo de impulsar la quiebra de la CTA. Se trata de un mecanismo de dominación política, pues somete a las organizaciones de los trabajadores a los intereses del Estado de contenido social capitalista. Emerge cuando la represión se agota como recurso único; vemos cómo se intenta hacerla “florecer” ahora en Egipto o Túnez.
El gobierno actual no ha inventado, claro, este mecanismo que data como tendencia desde el yrigoyenismo y perfecciona el primer peronismo (’45/’55). Lo que distingue a los K es que recurren a este artilugio cuando se encuentran en avanzada crisis. Las rebeliones de los trabajadores contra las burocracias son moneda corriente –ahora en los petroleros de Santa Cruz. Los factores históricos que lo hicieron viable están agotados. Dejan al desnudo, entonces, su faceta más podrida: la corruptela. Pululan los sindicalistas empresarios, que defienden sus comarcas por medio del crimen, como es el caso de Pedraza, o de los ajustes de cuentas entre burócratas. Aparece la forma más siniestra de la mafia. Lo de Schoklender o Fundación Madres es un clonaje del Belgrano Cargas, el ex Roca o las obras sociales. La cooptación política del Estado ha logrado lo que nunca pudo la dictadura: enlodar nuestro mayor emblema nacional. El Gobierno y el Estado sufren, en consecuencia, los sinsabores del aprendiz de brujo. No hay dudas de que se ha abierto una crisis política enorme, que sólo debe definir sus características y ritmos.
La “construcción cultural” que el kirchnerismo ha proclamado como triunfante aparece en este último affaire sin disfraces. La hegemonía política de un proyecto de emancipación no se establece con “construcciones culturales”, que no pasarían de elitistas. Se desarrolla en la lucha social y en un poder político con otro contenido social. Recién entonces comenzará la construcción de una nueva cultura.
A la orden del día está la lucha por la autonomía e independencia y democracia de las organizaciones populares. Pero ellas minan la capacidad de dominación política de la burguesía y de su aparato –algo que es fatal cuando el mundo asiste a una gigantesca bancarrota capitalista.

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