viernes, 24 de junio de 2011

Escritura nocturna

por Claudio Magris
en adn, 24 de junio de 2011.

(...) En sus novelas, como en su pintura a menudo demoníaca y perturbadora, Sabato desciende, con la escritura "nocturna", a un subsuelo de tinieblas y demencia, donde advierte otra voz de la vida. Hace hablar a esa voz, suya pero al mismo tiempo en parte desconocida para él mismo, una voz que dice cosas que contradicen sus principios y valores. Nacen así obras maestras como Sobre héroes y tumbas con la trágica y terrible historia de la conjura de los ciegos y con el delirio angustiante y desgarrador de Alejandra, inolvidable figura femenina de amor, ternura, fragilidad y locura.
En la escritura nocturna no se pueden proclamar explícitamente creencias o valores, defender a los débiles o atestiguar los afectos; sólo se puede enfrentar al fantasma que surge de la oscuridad, encontrarse cara a cara con la Medusa, con el rostro aterrador de la vida salvajemente ignara del bien, del mal, de la justicia y de la piedad. Quizás incluso la ciencia, que Sabato practicó como profesión, contribuyó paradójicamente a esta confrontación con el caos. Tentacular, como los oscuros laberintos en que se adentra, la escritura nocturna atraviesa esos infiernos sin censurarlos ni embellecerlos. La escritura nocturna, de la que Sabato es maestro, es el encuentro enajenado y creativo con un sosia, con una parte desconocida y hasta desagradable de uno mismo. "¿De quién es esta voz terrible?", grita en un cuento de Hoffmann un poeta tras haber leído un angustiante poema propio.
Cuando escucha esa "otra voz", un verdadero escritor la deja hablar, aun cunado preferiría que dijera otras cosas. Esa escritura puede resultar difícil de soportar para su autor, quien querría que el sol, a diferencia de los que el evangelio constata despiadadamente, no resplandeciera de la misma manera para los justos y los malvados, para los niños asesinados y para sus asesinos, indiferente al bien o al mal; querría que diferenciara entre los niños desaparecidos y sus abyectos verdugos.
Frente a estas verdades perturbadoras, Sabato no dora la píldora, sino que representa la negatividad  en su cerrada y desvastante violencia. Su pluma testimonia la carga de esa violencia. El amor, la piedad, la humanísima y dolorosa dignidad de la persona brillan aún más en las tinieblas, porque Sabato no halla ninguna compensación para el mal y el dolor y por eso expresa y transmite, con potencia difícilmente igualable, la pasión de lo humano(...)

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