Pablo De santis
En el siglo X los chinos iniciaron la conquista del mundo. Pero decidieron no hacerlo con grandes ejércitos-tan difíciles de mantener y disciplinar- sino a través de un sutil cambio de costumbres. Durante siglos se infiltraron de a poco en la corte de los reyes, en las cocinas de los palacios, en la jerarquía de la Iglesia. Con magistral astucia cambiaron el gusto de las comidas, las opiniones sobre política, el concepto de arte. De vez en cuando se vieron obligados a hacer enormes manifestaciones, que requirieron millones de actores: la revolución china fue el más espectacular de estos fingimientos. Así, lograron mantener oculta la figura de su emperador, que vive rodeado de diecisiete servidores-nueve de ellos octogenarios-en un palacio secreto. Allí toman las decisiones que alteran el mundo, pero cuyos resultados tardan en verse. Los chinos detestan los apuros.
Pero esa lenta conquista no acabó del todo con occidente. Dejaron una especie de núcleo-que los chinos trabajan duramente por mantener-de manera que los pueblos invadidos, abrumados por este falso occidente, sintieran la nostalgia por el oriente. Ese oriente que creen remoto, y que está en ellos desde hace siglos.
Hay un ideograma que sólo figura en los documentos cifrados de la corte, y que significa, a la vez, China y Mundo.
Rey Secreto. Colihue, 2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario