En algunos momentos, Dick se parece a Burroughs. Ambos, a la manera norteamericana, en el fondo muy pragmática, están interesados más en la revolución, por el "estado de la revolución", es decir por la resistencia, que por la literatura. Es en este sentido que yo creo que a él no le interesa escribir bien, algo que en un escritor se da por sobreentendido. Dick va camino de ser un clásico y una de las características de un clásico es ir mucho más allá de la buena escritura, que no es otra cosa que una cierta corrección gramatical. "Colocar las palabras adecuadas en el lugar adecuado es la más genuina definición del estilo", dice Jonathan Swift. Pero evidentemente la gran literatura que no es una cuestión de estilo y de gramática, como también sabía Swift. Es una cuestión de iluminación, tal como entiende Rimbaud esta palabra. Es una cuestión de videncia. Es decir, por un lado es una lectura lúcida y exhaustiva del árbol canónico y por otro lado una bomba de relojería. Un testimonio (o una obra, como queramos llamarle)que explota en las manos de los lectores y que se proyecta hacia el futuro. ¿Y qué es lo que Dick proyecta hacia el futuro? ¿En qué consiste el mecanismo de su bomba de relojería? Básicamente en preguntas. Preguntas rarísimas y peregrinas. Y en una sensación de malestar, de alteridad, que muy pocos han logrado plasmar.
El evangelio según Philip Kindred Dick, Roberto Bolaño-Rodrigo Fresán.
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